Las más de las veces la vida nos lleva a lugares insospechados y a desprendernos de la comodidad del infame dicho de "lo malo conocido...", descubriendo nuevos placeres que nos hacen llevadera la vida en soledad... que a ratos no es tal ya que, por añadidura, vienen a nosotros personas que ni siquiera imaginábamos que podrían integrarse a nuestro ser tan sutil y gratamente: hablo, principalmente, de los amigos, de quienes se dice que son para toda la vida si se hacen verdaderos.
No tanto así con las parejas que tenemos a lo largo de los años.
Vaya cosas las que digo... Esto porque, en mi caso, respecto al punto de las parejas, los que parecen estar destinados a ser los hombres de mi vida (salvo los hombres de mi familia, caso distinto) terminan alejándose de mí por algún motivo, ya sea por malentendidos, porque me han considerado "fácil", por seguir caminos distintos... Siempre me quedaba un corazón yermo, luchando por rellenar sus propias troneras y por florecer de nuevo. Un corazón de jardín en el que ahora me recreo. Ya no tengo por qué inquietarme en soledad ni esperar a nadie.
Y nunca me sentiré sola, porque siempre tendré buena compañía, sea espiritual o humana, y un extraordinario camino que recorrer con maravillosos paisajes que admirar y momentos lluviosos en los cuales no me importa quedar empapada, porque el Sol me calentará de nuevo. Por fin me di cuenta de que este camino de felicidades con lluvias dispersas se llama vida.
Estas son las alegrías que me da la soledad.
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