Primero la timidez. Luego la ira. Ahora el orgullo, la incertidumbre, el miedo...
Así es cada situación en la vida: desaparece un problema y enseguida surge otro; una vez que logras cerrar un ciclo se abre uno nuevo. Y a veces resulta muy agobiante.
Pero me alegra que sea de esta manera, pues si no hubieran problemas qué resolver, la vida perdería emoción y sentido.
O sea, si tu problema tiene solución, ¿por qué te inquietas más de la cuenta? Y si es imposible resolverlo, ¿por qué te preocupas?
Así de claro.
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