Sin medida ni clemencia, como pone aquella canción. Pero no te lo voy a suplicar, no, no, no; más bien, buscaré, de manera intencionada, pero solapada, hacer poco a poco que me odies hasta que lo único que quieras cada vez que me veas sea quitarme de tu camino al coste que sea.
Porque sé que tengo la conciencia tranquila al pensar que la razón por la cual me detestas es, simplemente, que nunca podrás ser tan paciente, amable y sabi@ como yo, y eso te enferma de rabia. Espero que no me la contagies.
Eso sí, dame odio, más que displicencia, porque a fin de cuentas el odio me dañará menos cuando frunzas tu ceño y yo en cambio te sonría con mi indiferencia.
El odio hiere menos que el olvido pero hiere más a quien lo da, y el olvido daña más a quien lo recibe porque rebota la carga y el dolor del odio. Por eso escojo no odiarte.
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